La sociedad abierta y sus enemigos
En 1945 Karl Popper, mientras estaba refugiado en Finlandia,
concluyó una de sus obras cumbres, La sociedad abierta y sus enemigos. En dos densos volúmenes el
autor rastreó los orígenes del totalitarismo y explicó cómo las ideas
totalitarias originales se han repetido y transformado en el tiempo en la obra
de muchos pensadores y en las doctrinas de demasiadas fuerzas políticas. Puso
un acento especial en la existencia de la sociedad cerrada y su expresión
mayor, la tribu, que limitó el conocimiento, la libertad y la decisión personal
mediante un sistema político tiránico, hasta que el conocimiento y la audacia
lograron imponer las decisiones individuales y una nueva forma de gobierno, la
democracia. Mostró cómo la tribu se reproduce en muchas sociedades y limita el
desarrollo de la humanidad.
1.
El historicismo y el mito del destino.
Popper
empieza planteando que los historicistas dicen que pueden interpretar la
historia mejor que el vulgo. “Descubren” que los actores son las grandes Clases
o Naciones o Pueblos; crean una “teoría” con eso y “encuentran” leyes con las
que creen profetizar el futuro. Hay historicismo de varios tipos: teísta (“Dios
eligió”), naturalista (“los que viven en las montañas son los elegidos”),
espiritualista (“los que están en contacto con el Espíritu o la Idea son los
escogidos), religioso (“los elegidos son los de tal religión”), étnico (“los
elegidos son los de tal raza”), etc. Los historicistas creen que la historia
tiene un fin, un propósito (la consagración del actor elegido). Dicen que puede
ser un camino lleno de desvíos, pero eso les permite acomodar todos los hechos
dentro de su teoría, de modo que ninguna experiencia puede refutarla.
2.
Heráclito.
Popper
rescata los aportes e Heráclito: éste introdujo la idea de la historia como un
cambio perpetuo, la idea de una “ley inexorable” que la dirige y de una
revelación a los elegidos nunca antes oída. El resultado fue una ética
tribalista de la fama, el destino y la superioridad del Gran Hombre, el
elegido. Ideas historicistas como la suya emergen en momentos de crisis; son
una respuesta a la amenaza a antiguas formas de organización social.
3.
La teoría platónica de las Formas o Ideas.
Popper
resume la emergencia del platonismo y su relación con el historicismo: A lo
largo de casi un siglo, las ideas sobre las formas de gobierno, la justicia, la
importancia del comercio, la religión y otros temas se enfrentaron en Grecia y
se plasmaron en la guerra entre la democrática Atenas y la monárquica Esparta,
así como en la obstinada oposición entre atenienses democráticos y atenienses
simpatizantes de la monarquía espartana. La democracia terminó imponiéndose,
pero las ideas totalitarias establecidas por Platón calaron muy profundamente y
se perpetuaron por diversos medios.
El historicismo (creer que las sociedades,
a través de su historia, pasan por unas etapas sucesivas y obligatorias, y que
por eso la historia tiene un fin o finalidad), es una tendencia abundante,
ubicua en todo el mundo y muy nociva. En realidad, la historia no tiene ningún
fin o significado, pero los hombres podemos dárselo. El historicismo se
presenta de varias formas, como historicismo natural, nacional, religioso o
étnico. Una de las formas más populares del historicismo es el marxismo. Popper
afirma claramente un punto central: Platón sentó las bases del totalitarismo.
Su teoría de las Formas, que todo cambio es decadencia; que hay una clase
nacida para gobernar, otra para luchar y otra para producir; que eso debe
conservarse; que el mejor Estado es el que se halla libre del cambio, que lo
justo es lo que conviene al Estado; que el deber del gobernante es preservar la
unidad de la clase gobernante, empleando incluso la eugenesia, etc., se expresó
en un apoyo ideológico a los timarcas de su tiempo, y después, a través de
otros filósofos, a nuevos autócratas.
4.
Cambio y reposo.
Popper
explica que para Platón el cambio es el alejamiento de la Forma o Idea, de lo
perfecto, y un acercamiento a lo malo, lo corrupto. Aplicaba ese enfoque a la
evolución: los dioses engendran hombres; los cobardes y villanos degeneran en
mujeres y los tontos en animales inferiores; los inofensivos, en pájaros, etc. También lo aplicó a la política: Las cuatro
formas de Estado son: i) Estado perfecto: timarquía o timocracia, reinado de
los hombres sabios y más parecidos a los dioses; ii) oligarquía, gobierno de
los ricos; iii) democracia, gobierno de la libertad o ausencia de leyes y iv)
tiranía. Cada una degenera en la siguiente. Popper explica que es una teoría
historicista de la sociedad.
Para Platón, el cambio histórico (la decadencia)
era impulsado por la desunión interna de la clase gobernante, los intereses
económicos de clase. Pero el Estado perfecto no era una sociedad sin
diferencias entre los hombres sino más bien un “Estado de castas”: guardianes
(magistrados), auxiliares (guerreros) y artesanos. La casta superior era mejor en raza, educación y valores.
Platón sólo se interesó por los gobernantes, el “ganado humano” le interesaba
poco; prohibió que se legisle para ellos. La preservación del Estado se reducía
a conservar la unidad de la clase gobernante, con la educación y la reducción
de intereses económicos. Quería que se aboliera la propiedad privada,
especialmente de metales preciosos; propugnaba una especie de comunismo dentro
de la clase gobernante, incuso de mujeres e hijos. No le bastaba la posesión
común. Era necesario evitar la mezcla entre las clases. Estableció que la crianza,
educación y facultad de portar armas debían ser prerrogativas de clase, pero
también armas políticas para unir a la clase gobernante y “manejar el rebaño”.
La clase superior debía sentirse superior y ser “pura”, lo que implicaba
seleccionar a los mejores y eliminar a los defectuosos. La reconstrucción de la
Forma “Estado” podía hacerse imitando el modelo espartano. Inició así una
“tradición teórica” de auges y caídas.
5.
La justicia
totalitaria.
Popper
explica que el programa político de Platón tiene dos ideas centrales: hay que
detener todo cambio y hay que volver a la naturaleza, a la sociedad tribal. Por
tanto, Platón era totalitario e historicista. Platón planteó una idea muy
peculiar de la justicia: lo que daña al Estado es injusto; lo que lo fortalece
es justo. No se interesaba en los problemas generales de la justicia, que ya
fueron planteados por varios de sus contemporáneos. Le interesaba sobremanera
fortalecer el sistema de clases, la división entre éstas y el gobierno por la
clase superior. Popper remarca que fue el responsable de crear una falsa
ecuación: colectivismo = altruismo; individualismo = egoísmo, que perdura hasta
ahora (pg 105 y ss). Esta afirmación equivocada ha creado grandes confusiones y
ha impedido el análisis crítico de problemas éticos. Popper hace notar que
algunos contemporáneos de Platón, especialmente Licofrón, exigieron que el
Estado proteja a los ciudadanos (“teoría proteccionista”). Platón conocía la teoría de Licofrón pero la
torció: “los que quieren protección lo hacen porque les gusta cometer
injusticias o son demasiado débiles”. Logró convencer que el proteccionismo era
igual al “desvergonzado egoísmo de Trisímaco”, aunque sabía que no era
así. Popper concluye que en resumen, la
teoría platónica de la justicia fue una tentativa deliberada de sofocar las
tendencias igualitarias, individualistas y proteccionistas de la época, para
restablecer una teoría moral totalitaria. No combatió al igualitarismo con
argumentos, sino que lo evadió.
Contra esta
visión de la historia, Popper argumentó en primera instancia que es imposible
predecir el futuro. Existe una razón puramente lógica para esta imposibilidad.
Deriva del reconocimiento de que nuestro futuro conocimiento técnico y
científico influenciará en gran medida el futuro de nuestras sociedades. Pero
también hemos de reconocer que no podemos conocer hoy cuál será nuestro futuro
conocimiento técnico y científico; de otro modo, ese conocimiento futuro
dejaría de serlo y se convertiría en su lugar en conocimiento presente. Por lo
tanto, concluyó Popper, no podemos conocer el futuro. En segundo lugar, las
profecías historicistas sobre el sentido inevitable de la historia no son por
lo general susceptibles de ser contrastadas.
Este es el
caso flagrante del marxismo, que predijo el advenimiento inexorable del
socialismo y el comunismo sin adscribirles un horizonte temporal determinado; y
al mismo tiempo reivindicó un estatuto científico para su propia profecía. Mas
esta profecía no puede tener carácter científico, argumentó Popper, ya que
ningún test, el cual siempre tiene lugar, si es que tiene lugar, en el presente
puede refutar una teoría que siempre anuncia que su materialización ocurrirá en
el futuro. Por consiguiente, la «predicción» marxista acerca del inevitable
advenimiento del socialismo en el futuro no es más que una creencia o
superstición.
En resumen,
Popper nos hace recordar que una ciencia no es una "masa de hechos" y
menos aún, sólo de hechos que respaldan teorías. La ciencia funciona al revés:
busca los hechos (con un “reflector”) que pueden refutar la teoría; experimenta
y así elimina las teorías inadecuadas y ese método es el motor del progreso
científico. En el campo de la historia, toda descripción es selectiva, en
primer lugar, porque el mundo contiene una infinita variedad de hechos frente a
los cuales sólo tenemos un número limitado de palabras. Por tanto, es
inevitable un solo punto de vista.
Esto es
especialmente cierto en el caso de la descripción histórica. Las ciencias históricas se interesan en
hechos específicos y en explicarlos, pero en historia carecemos de teorías
unificadoras. Por tanto, las leyes universales no proporcionan ningún principio
selectivo ni unificador, ningún "punto de vista". Acotar el tema o
usar una idea preconcebida no resuelve el problema. Popper subraya que las
"teorías históricas" difieren de las teorías científicas: los hechos
están limitados, no pueden ser repetidos a voluntad; han sido reunidos de
acuerdo con un punto de vista preconcebido.
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